¿Y LAS BANDAS?
Una de las cosas que no todos los aficionados a la música saben, es el papel de los instrumentos de viento en la entonación de una orquesta sinfónica. Junto a los aristocráticos instrumentos de cuerda, las agudas trompetas, los potentes trombones o la tuba, parecen carecer del refinamiento del violín o del cello, y las flautas y clarinetes, en menor cantidad que las cuerdas, no dan fácilmente la verdadera idea de su gran importancia.
En realidad, el eje de afinación de una orquesta sinfónica radica en los instrumentos de aliento que definen, estabilizan, apoyan y corrigen a los de cuerda. Las orquestas de afinación fabulosa (Berlín, Chicago, Londres), parten de una precisión de absoluta certeza en sus alientos, lo que permite a la cuerda la realización virtuosística de su trabajo.
Tal vez no sea una casualidad que los países productores de grandes conjuntos sinfónicos sean también naciones en las que las bandas tienen gran arraigo y desarrollo, en las que toda una tradición de bandas de música constituye un auténtico semillero de instrumentistas que, mediante un proceso decantador de selección llegan, desde las bandas juveniles o profesionales, a las filas de los conjuntos sinfónicos, ofreciendo su experiencia y preparación basados en fuertes tradiciones, depurada escuela nacional y rica vida de bandas.
En Inglaterra y en Alemania, las actividades de las bandas son de un vigor inusitado y la calidad de las mismas es el pilar de sus actividades sinfónicas en materia de instrumentos de aliento. Es claro que toda producción de profesionales está basada en la cantidad y calidad de las escuelas que los forman y entrenan, pero la existencia de actividades para profesionales y la necesidad de ejecutantes para la formación de bandas condicionan un caldo de cultivo del que surgen las personas necesarias para apuntalar y elevar el otro nivel, más sofisticado, de la orquesta sinfónica.
En Estados Unidos, aquel paraíso sinfónico que tiene más orquestas que toda Europa junta, de las cuales la mayoría son de una calidad que en Europa sólo se ve en los más grandes conjuntos, tiene una riquísima vida de bandas. Militares, profesionales y estudiantiles, todas las que se forman tienen una calidad muy elevada y algunas son realmente sorprendentes. Las universidades integran bandas con sus estudiantes de todas las carreras para tocar en sus juegos de futbol.
Algunas casas de estudio tienen dos y tres bandas y los estudiantes de música que tocan en las mismas no suelen pasar de un cuarenta por ciento de sus integrantes. Los demás son futuros ingenieros o juristas o químicos, quienes cultivan sus espíritus por medio de un instrumento musical. Suelen ser de 150 y más músicos y tocan con una perfección envidiable. Desde estas bandas hasta el célebre y muy imitado caso de John Philipp Sousa, el gran maestro bandero de todos los tiempos, la gama del mundo americano de las bandas les ha dado una jugosa tradición, en poco más de un siglo de existencia.
¿Por qué no hay algo similar en México?
Habremos de pensar, para proteger nuestras conciencias, que no es por falta de capacidad, ni siquiera de tradición sino por la falta de apoyo financiero y administrativo y por las carencias pedagógicas en cantidad y calidad que parecen cada vez más angustiosas y que se antojan eternas.
¿Tradición de bandas en México? El siglo pasado, la Secretaría de Guerra y Marina mantenía una banda de música, al parecer de gran calidad: la Banda de Zapadores, la cual, ya formada, fue dirigida en su mejor época por Velino M. Preza, nacido el 26 de noviembre de 1875 en Durango. Preza había estudiado en su ciudad natal y en 1888 llegó a México para estudiar en el Conservatorio Nacional de Música, donde fue alumno del célebre r hoy olvidado Luis Moctezuma (profesor de piano) y de Carlos J. Meneses, primero el primer pianista de México, y después director de orquesta.
Preza tenía un talento especial como director y arreglista; compuso muchas marchas para su conjunto y después de un buen período de entrenamiento al frente de la Banda de Zapadores, fundó en 1904 la Banda de Policía, que llegó a ser, indudablemente, la mejor de México y una de las más finas del mundo en su óptimo período.
Al decir México, debe recordarse que había en la ciudad por lo menos otras tres bandas de calidad (la Banda de Zapadores, la Banda del Estado Mayor y la Banda de Artillería), amén de otras de no mala Fama y que todas las capitales de los Estados tenían por lo menos una banda. Al decir del mundo, debe recordarse que en Estados Unidos vivía y trabajaba Sousa, y que en Europa, sobre todo en Francia, el origen militar de la banda les permitía una muy activa vida en los países que cultivaban el militarismo, tal vez culminada musicalmente por obras como la Sinfonía Fúnebre y Triunfal o la misma Gran Misa de Difuntos de Berlioz.
El 2 de agosto de 1941, el secretario de Marina, general Heriberto Jara, fundó la Banda Sinfónica de Marina, y encomendó su dirección a uno de los discípulos de Preza (fallecido en 1946), el por muchos conceptos célebre Estanislao García Espinosa, originario de El Grullo, Jalisco, quien había estado ya relacionado con la Banda de Zapadores y con la Banda de Policía. Actuó con ella hasta 1970, cuando Miguel Ángel Guerrero Calderón fue nombrado director.
Guerrero Calderón, uno de los mejores y más experimentados músicos de México, consiguió elevar el número de músicos de la banda en un cincuenta por ciento y logró incrementar la calidad de la misma en un ciento por ciento. Tan sólo seis años después de su nombramiento, la Banda Sinfónica de Marina participó en un concurso nacional organizado por la Secretaría de la Defensa , en el que tocaron tanto bandas militares como civiles r obtuvo el primer lugar. En 1978 tocaron en Yugoslavia y ganaron el premio correspondiente. Además, han ofrecido conciertos en Estados Unidos y en Europa, y el éxito parece haberlos acompañado siempre. Existen otras bandas y otros director sin ir más lejos debe recordarse la obra de David Negrete, lamentable y prematuramente fallecido, fundador de la banda de la delegación Cuauhtémoc, y mencionarse a su alumno y sucesor Ismael Campos, así como a José G. Mojica, director de la Banda del Ejército y músico y solista de altos vuelos.
Entonces, ¿qué diablos pasa con las bandas? ¿Por qué no bulle su actividad? ¿Por qué no son conocidas y reconocidas?
El cuento es tan viejo y manido que resulta tedioso: la falta de escuelas, ¿sabe usted? La falta de un estímulo adecuado para motivar vocaciones y fortalecer realizaciones.
Al parecer no es tarde todavía, no se ha perdido esa tradición, como se perdió la riquísima tradición coral de la Colonia y se está perdiendo la tradición vocal y operística del siglo pasado, pero las actividades languidecen por falta de apoyo.
Unos pocos de “petropesos” inyectarían vigor y fuerza al mundo mexicano de las bandas, y al rescatar esa tradición del olvido que principia a caer sobre ella, darían una gran fuente de esparcimiento a muchos mexicanos y apoyarían el mundo sinfónico nacional que parece tener tantas potencialidades y tantas promesas.
El talento mexicano puede todavía colocar a México en el mapa mundial de la cultura musical.
MTO JORGE VELAZCO
DE MUSICA Y DE MUSICOS
UNAM
Abril de 1979
TRANSCRIPCION:
LUIS MARTINEZ AVILA
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